Melissa Nungaray no es una promesa de la poesía mexicana, es una realidad que nos aplasta con su grandeza. A su corta edad (hoy cuenta con 9 años) ya tiene varios libros publicados y va deslizándose con maestría innata entre la metáfora y la imagen que se queda en el lector, como se queda una postal ya conocida dentro de la reflexión que nos asalta al comprender aquello que nadie puede explicar.

De forma increíble Melissa se convierte no en la vocera de la humanidad sino en la conciencia de la misma humanidad monstruosa y caníbal.

No dudo que Melissa no persiga convertirse en la conciencia de alguien más y de su imprescindible existencia. ¿A caso no son la locura y la infancia las etapas más honestas de nuestra vida en sociedad? ¿No es entonces Melissa una voz nueva de la conciencia de nuestra estresada sociedad?

Melissa podría ser la existencialista del Siglo XX y haber saltado dentro de la máquina del tiempo para llegar a nuestro inicio de milenio sin problema alguno para adaptarse; pero seguro, es un alma vieja que ha vuelto del Nirvana con sus ojos ancestrales y su alma sabia. Es una palabra suelta en el aire que flota de una orilla del mundo hacia la otra parte que nos arranca los suspiros. Y pese a otras opiniones, creo que Melissa es una esperanza nueva en carne y hueso para la poesía mexicana.

Este libro es, lejos de lo que a primera y distraída lectura pareciera, una emisaria de la esperanza genuina, del amor que nos anuncia la redención y del resurgimiento de nuestra esencia imperfecta conversa en Ave Phoenix.

Melissa Nungaray se sabe frente a la puerta de la pubertad —época épica del descubrimiento de una misma— como una oruga que se cristaliza para convertirse en crisálida. No parece que esto le provoque temor sino que se expone como una colonizadora de los miedos y avezada exploradora de las vértebras de la vida que como olas en picada, producen ecos en el huracán del salto cosmogónico de la humanidad en pleno siglo XXI.

El mundo contempla
la resistencia de la vida
cuando quito la corteza
de mi humanidad.